La inflamación es un proceso defensivo natural que se da en el organismo y en el cual intervienen diferentes sistemas.
A nivel local se da la activación de células del sistema inmune (macrófagos y mastocitos) que secretan una serie de sustancias (citoquinas) que son las encargadas de luchar contra el agente patógeno, esta lucha da una serie de síntomas que son visibles en función de donde se de la inflamación, dolor y perdida de función si es a nivel articular, dolor e hinchazón a nivel muscular, o enrojecimiento, escozor, y tumefacción a nivel dermatológico.
A nivel sistémico, el hecho de que en el proceso inflamatorio estén involucrados distintos sistema del organismo (inmune, endocrino, neural y psicológico) hace que las causas sean variadas y que una buena terapéutica las contemple todas. Todos estos sistemas están en comunicación con las células del sistema inmune que desencadenan la respuesta inflamatorio ante una agresión.
Desordenes endocrinos, inmunológicos, alimentarios, o de estrés desencadenan inflamación a nivel local y esto se traduce en problemas dermatológicos. Esto es especialmente significativo cuando la inflamación, mas allá de un proceso defensivo agudo, se convierte en un proceso crónico, debido a que el agente inflamatorio (estrés, desordenes endocrinos, desordenes alimentarios, agresión bacteriana, etc) sigue actuando, en este caso los mecanismos propios de regulación de la inflamación no operan bien y los síntomas del proceso inflamatorio persisten.