Los efectos del sol en la piel son un tema muy recurrente en esta época del año, especialmente en centros de dermatología como el nuestro. A diario realizamos exploraciones de la piel a nuestros pacientes y a menudo vemos como el sol ha producido un envejecimiento prematuro de la piel, se pierde el colágeno, aparecen manchas ,arrugas y la piel tiene un aspecto seco, sin luminosidad.
La pregunta, entonces, es inevitable: ¿es malo tomar el sol?.
No, tomar el sol no es malo; de hecho es beneficioso para nuestra salud. Más allá de una cuestión estética, a la vez que adquirimos ese bonito bronceado estamos haciendo que nuestros huesos estén más fuertes y mejore nuestro estado de ánimo. Pero ¿sabe también que el sol tiene un lado oscuro? ¿sabe que tiene efectos perjudiciales que aparecen cuando exponemos nuestra piel a su radiación sin las medidas de protección adecuadas?
La luz solar es la fuente de radiación ultravioleta A y B y aún cuando representan una pequeña porción de los rayos solares, son la causa principal de los efectos dañinos del sol en nuestra piel. La radiación UVB estimula el bronceado pero también es la responsable de las quemaduras, un daño directo sobre nuestra piel. La radiación UVA es más peligrosa porqué no causa dolor pero penetra más profundamente en nuestra piel, acelerando el envejecimiento natural de la piel al producirse daños en las fibras de colágeno y aumentando en exceso las fibras de elastina anormales. Cuando esto sucede, la piel presenta flacidez, arrugas marcadas y profundas, aspereza y cambios en la pigmentación. Es el llamado foto-envejecimiento o envejecimiento prematuro de la piel.
Pero esto no acaba aquí, porque la acción conjunta de las dos radiaciones UVA+B provoca mutaciones en el material genético de la célula expuesta, que si se prolonga en el tiempo, pueden dar lugar al desarrollo del cáncer de piel.
La importancia de cuidar bien nuestra piel.
Aún así, nuestra piel está sabiamente diseñada para protegernos de la radiación solar mediante mecanismos de defensa y de reparación celular. Cuando nos quemamos en la playa, la capa más externa de la piel se desprende, nos pelamos y la piel vuelve a la normalidad en unas días. También nos bronceamos, es decir, subimos el tono de color de nuestra piel porqué se sintetiza un pigmento llamado melanina que ejercerá de barrera protectora frente a la acción de los rayos UV. La capacidad para sintetizar melanina está determinada genéticamente y en función de la raza, distinguiéndose los distintos fototipos cutáneos que van desde la raza nórdica a la negra. No obstante, estar bronceado no es garantía de protección absoluta frente a los efectos perjudiciales del sol que a medio y largo plazo amenazan la salud de nuestra piel. A un nivel más profundo, dentro de la propia célula expuesta, se produce la reparación constante del material genético dañado. Sin embargo, a medida que nos hacemos mayores y dependiendo de lo intensa que haya sido la exposición al sol a lo largo de nuestra vida, es más difícil que la piel se repare por si misma por lo que la aparición de carcinomas cutáneos es más fácil en aquellas zonas más expuestas al aire libre (cara, manos, escote, orejas) o que hayan sufrido importantes quemaduras.
De ahí la importancia de buscar un tratamiento adecuado a cada caso, personalizado, que mejorará la salud de nuestra piel y su aspecto. Volveremos a tener una piel limpia, luminosa, hidratada, desaparecerán las pequeñas arrugas y las manchas.
El segundo punto de igual importancia es la prevención. Adoptar medidas de protección frente a la exposición del sol como usar un protector solar adecuado y evitar exposiciones en las horas de máxima intensidad solar (entre las 11 y las 16 h) o protegernos con gafas de sol, ropa y sombrero. Recuerde que no únicamente uno toma el sol en la playa; en nuestro día a día se producen muchas situaciones en las que estamos expuestos al sol sin darnos cuenta, involuntariamente pero que también suman.
¡Una piel bonita es una piel sana!