La alimentación es uno de los principales factores que incide en la inflamación (modulación de la respuesta inflamatoria) que se da en el organismo. A través de diferentes efectos sobre las células y sus rutas metabólicas, la alimentación provoca cambios en el normal funcionamiento de los diferentes sistemas involucrados en el proceso inflamatorio. Los fundamentos que explican este efecto de la alimentación sobre la inflamación, la podemos encontrar, en parte, en la epigenética, que explica como agentes externos modifican y determinan la expresión de determinados genes; otra parte la encontramos en el efecto de los alimentos como parte de metabolitos celulares y también del efecto directo que tiene los alimentos sobre las células y los tejidos.
La alimentación puede ejercer una acción doble frente a la inflamación, es así como nos encontramos que existen una serie de alimentos que ejercen una clara acción proinflamatoria, ya que su consumo activa determinadas rutas bioquímicas celulares que provocan, en último termino, la síntesis de sustancias inflamatorias. Pero del mismo modo, existen alimentos, el consumo de los cuales ejerce un efecto antiinflamatorio ya que impiden indirectamente la inflamación, bloqueando la síntesis de sustancias inflamatorias endógenas o ejercen, directamente, una acción antiinflamatoria sobre el organismo.
Es por tanto muy importante llevar un control sobre la alimentación si queremos prevenir enfermedades de origen inflamatorio o si ya se sufre una de ellas, ya que según el tipo de alimentación que llevemos, vamos a mejorar o a empeorar todos los síntomas asociados a las enfermedades de origen inflamatorio.
Existen estudios científicos dónde se ve claramente que las grasas denominadas omega 3, que encontramos en las grasa de algunos peces, sobre todo pescado azul, en el aceite de determinadas semillas o en algunas algas ejercen un efecto antiinflamatorio. Del mismo modo las grasa trans son altamente perjudiciales para la salud y concretamente para la inflamación, ya que su consumo aumenta la cantidad de marcadores inflamatorios en sangre.
Respecto a las proteínas, el consumo debe corresponderse con las necesidades fisiológicas y nunca sobrepasar o sobrealimentarse con este alimento, ya que se ha visto que su consumo elevado tiende a acidificar al organismo, condición que favorece los procesos inflamatorios y degenerativos.
Los hidratos de carbono necesitan de la insulina para ser almacenados en la célula. A su vez la insulina aumenta la producción de citoquinas proinflamatorias. Dietas con ajuste de consumo de hidratos de carbono, y mantener un peso saludable, aseguran niveles bajos de marcadores inflamatorios en sangre.
Las vitaminas y los antioxidantes, abundantes en verduras y frutas, tiene la capacidad de neutralizar los radicales libres, agentes implicados en el proceso inflamatorio. El consumo de alimentos ricos en antioxidantes y vitaminas reducen la acción perjudicial los radicales libres y evitando y reduciendo los procesos inflamatorios.